El astuto militar que supo moverse por las turbulentas aguas de la Revolución, salvó su cabeza de los mataderos humanos, y cuando esta se estabilizó llegó una mañana con bruma, con su melena al viento y sus aires de grandeza para disimular su estatura al lugar de la sede del poder: “Ahora yo soy el protector de la revolución”. Los senadores empezaron a llamarle “Dictador” pataleando sus bancas. El joven general no iba solo, llevaba a sus hombres de confianza de diversas hazañas algunas en su país u otros lejanos como aquel desierto de 20 siglos de Historia. Se apropió de la Revolución y la quiso expandir a base de soldados y cañones, se divorció para entroncarse con la realeza, fundó una dinastía, puso a sus familiares y amigos en el trono de reyes destronados, uno de los mayores ejemplos de nepotismo. Pero no sabía que los súbditos de los reyes destronados no eran tan moldeables como estos, o no estaban preparados o no creían en los ideales de su Revolución. El con...
Codirector de Mesokosmos Historia|Podcast